Recientemente tuve la oportunidad de visitar a Bogotá, Colombia para documentar los cambios que se han realizado en la última década. Bogotá se ha transformado en una ciudad más habitable, un lugar en el mundo conocido por sus espacios públicos, su sistema de transporte progresivo y lo que esto le ofrece a sus residentes. Esta transformación fue lograda en parte por un evento que se llama la Ciclovía. Cada domingo para la Ciclovía, Bogotá cierra 70 millas de sus calles al tráfico automovilístico y se las abre a gente para que puedan conocer y disfrutar de Bogotá mientras caminan, montan en bicicleta, corren, patinan y se reúnen con amigos y familia sin tener que preocuparse del tráfico.
Para mí, ser parte de la Ciclovía realmente fue una experiencia inolvidable. Disfruté mucho de mi compañia ese día – que incluyó el infatigable Gil Peñalosa (¡Sí, el hermano del ex-alcalde de Bogotá!). Gil y su equipo nos prepararon un programa bien complete y nos proveyeron acceso sin comparación a gente y lugares que ayudó a que esta película pequeña fuera más de lo que me imaginé.
Cuando reflejo en este viaje me recuerdo de la felicidad de la gente. Cada corredor de la Ciclovía estuvo lleno de personas sonrientes . 1.8 millones de Colombianos participan cada domingo en la Ciclovía para liberarse del estrés, para mantenerse en buena salud y para conectarse con otros ciudadanos. Los Bogotanos se entusiasman mucho por la Ciclivía y hasta tienen el dicho “no tenemos playa pero tenemos Ciclovía”.
Estando aquí de nuevo en Nueva York, sigo soñando en un Nueva York donde los residents, jovenes y mayores, ricos y pobres, peatones y ciclistas, tendrían la oportunidad cada domingo de compartir y disfrutar de sus calles en la misma manera.